Por: Arturo Reyes Isidoro.- El mensaje de ayer por su tercer informe del gobernador Cuitláhuac García Jiménez en Tlacotalpan se dio en medio de un verdadera fiesta política y popular.
Más allá del contenido, poco novedoso, sin nada verdaderamente sobresaliente y sin grandes anuncios, pero suficiente para cumplir con el compromiso, se vistió con la presencia de la posible futura candidata de Morena a la gubernatura, Rocío Nahle García, quien trajo la representación presidencial.
Cabe decir que fue un acto republicano en el que, ahora sí, la figura central fue Cuitláhuac, quien como en los años cuarenta, cincuenta, sesenta y todavía setenta del siglo pasado se dio un baño de pueblo arriba de la plataforma de un vehículo descubierto, que me hizo recordar a los candidatos presidenciales Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, aunque estos lo hicieron arriba de un camión de redilas.
El histórico y hermoso (remozado además para la ocasión) Teatro Netzahualcóyotl fue un inmejorable recinto y escenario para el lucimiento del gobernador, y la ceremonia protocolaria le dio la seriedad y la formalidad que merecía el evento.
Cuitláhuac llegó a la mitad de su sexenio ya muy lejos del ruido de su primer año y parte del segundo de que sería relevado por el presidente por su inexperiencia y su inoperancia. Ha sobrevivido, ya llegó al Ecuador de su mandato y ahora viene la etapa del descenso, la cuenta regresiva, a partir del próximo 1 de diciembre cuando iniciará su cuarto año de administración.
Se supone que los tres primeros años de su gestión le sirvieron para consolidar la estructura de su gobierno, en forma suficiente para aguantar y sobrellevar lo que viene, que no es otra cosa que la paulatina pérdida del poder y con ello su debilitamiento como gobernante.
Por lo pronto cumplió con su compromiso de dar su informe y de llegar en forma consolidada a la mitad de su gobierno.